Don't Forget Me es el tercer álbum de Maggie Rogers, un LP que muestra un paso adelante de la artista, pero que termina siendo insuficiente.
Maggie Rogers se ha presentado este 12 de abril con su tercer álbum, Don't Forget Me, una obra que amalgama experiencias personales con una producción sencilla que intenta resaltar su voz y mensaje. Sin embargo, el resultado es un disco que, aunque posee momentos de claridad y encanto, en su conjunto parece no alcanzar todo el potencial que se le presupone a la autora y a sus colaboradores.
Desde su sorpresiva irrupción en la escena con "Alaska", una canción que capturó la admiración de Pharrell Williams, Rogers ha navegado por un camino de auto-descubrimiento y exploración musical. Este nuevo álbum se presenta como un viaje introspectivo, la especialidad de Maggie Rogers, una travesía donde la cantante reflexiona sobre la vida, el amor y la identidad, envuelta en melodías que buscan ser tanto reconfortantes como reveladoras.
Musicalmente, Don’t Forget Me se despliega con una mezcla de folk, country y pop-rock, buscando una simplicidad sonora que favorece la voz y las letras de Rogers. Temas como "The Kill" y "Drunk" experimentan con arpegios de guitarra y ritmos contundentes que intentan capturar la esencia de los relatos personales de Rogers. Sin embargo, la producción del álbum, obra de Ian Fitchuk, a veces resulta demasiado familiar y no siempre logra innovar o impresionar. Canciones como "So Sick of Dreaming" y "If Now Was Then" muestran destellos de lo que podría haber sido, con ganchos atractivos y una ejecución más pulida, pero estos momentos son inconsistentes a lo largo del disco.
Líricamente, Rogers se sumerge en temas que navegan por la introspección y que plasman una cierta autenticidad, explorando su vida a medida que se acerca a los 30 años. La canción "Don't Forget Me", que da título al álbum, es un ejemplo claro de su búsqueda de un amor genuino, incluso en medio de la incertidumbre y el cambio. Este enfoque en el amor y el desamor se siente sincero, pero a veces carece de la profundidad poética necesaria para resonar más allá de lo superficial.
Un aspecto notable es la manera en que Rogers utiliza su música para hablar directamente a sus oyentes, a menudo utilizando la segunda persona para crear un sentido de diálogo o consejo. Esto se ve en pistas como "All the Same", donde su entrega vocal combina la sabiduría adquirida con una calidad terrenal y accesible. Aquí, Rogers se muestra como una narradora de historias, aunque las historias mismas a veces dejen el poso de ser un poco recicladas o predecibles.
El álbum también refleja un enfoque más relajado en el proceso de grabación, con muchos de los tracks siendo primeras tomas. Esto puede haber buscado capturar un sentimiento de autenticidad y frescura, pero a veces resulta en que la música suene inacabada o carezca de la precisión que podría haber elevado el material. La voz de Rogers, aunque distintiva y emocional, a menudo lucha por llevar el peso de canciones que requieren una mayor dinámica o una expresión más potente.
Don't Forget Me es un reflejo del crecimiento personal y artístico de Maggie Rogers, ofreciendo un espacio para la reflexión y la conexión emocional. No obstante, el álbum no logra siempre mantener un equilibrio entre la accesibilidad y la profundidad artística, porque aunque tiene momentos destacados, en general deja la sensación de ser una oportunidad perdida para solidificar a Rogers como una artista de cambio y profundidad en un género que continúa evolucionando. Su exploración de temas personales y su sonido característico son loables, pero el álbum como un todo no parece capturar ni retener la atención que sus temas sugieren. A pesar de sus esfuerzos, Don't Forget Me se sitúa como una obra de transición en la discografía de Rogers, una que busca la trascendencia pero que solo ocasionalmente la consigue.