Glass Beach ha vuelto años después con un segundo álbum titulado Plastic Death, el cual abre nuevas vías e incógnitas en cuanto a su sonido.
Plastic Death emerge como el segundo álbum de Glass Beach, marcando un retorno cargado de ambición y diversidad estilística tras un hiato que mantuvo en vilo a sus seguidores. A través de este álbum, el cuarteto de Los Ángeles se sumerge en una odisea de renovación y experimentación, dejando entrever las profundidades de su evolución artística mientras desdibujan las fronteras entre géneros musicales, desde el rock progresivo hasta el emo, pasando por la fusión de jazz y toques de punk hardcore.
La concepción de Plastic Death es un testimonio de adaptación y camaradería, nacida en el crisol de un confinamiento compartido, donde la banda, ya acostumbrada a la interacción digital, se redescubre a través de la cohesión física, ensayando y grabando bajo un mismo techo. Este proceso de creación colectiva no solo fortalece su dinámica interna, sino que también infunde en el álbum una riqueza textural y una complejidad rítmica que refleja tanto el meticuloso arte de su construcción como la espontaneidad de su espíritu colaborativo.
A lo largo de Plastic Death, Glass Beach se aventura más allá de las expectativas, tejiendo una tapestria sonora que abraza la diversidad y el contraste. La narrativa del álbum, embellecida por las letras enigmáticas e interpretaciones de J. McClendon, invita a una introspección abstracta, dejando atrás la narrativa directa de su debut para sumergirse en un mar de simbolismos y referencias culturales. Desde las profundidades oceánicas hasta las reflexiones sobre el arte y la identidad, la banda navega por aguas turbulentas, enfrentándose a la dificultad de ser un humano adulto y explora su entorno con una mirada que es tanto crítica como compasiva.
Sin embargo, el álbum no está exento de críticas. A pesar de su ambición y su riqueza instrumental, Plastic Death a veces peca de exceso, desviándose hacia una complejidad que puede resultar abrumadora. Este exuberante mosaico de sonidos e influencias llevan a una pérdida de la inmediatez y el encanto que caracterizó al primer álbum de Glass Beach. Las transiciones entre géneros y estilos, aunque audaces, a veces carecen de la cohesión necesaria para unificar el proyecto en una declaración coherente, dejando en el aire la pregunta de si la banda ha sacrificado parte de su identidad única en favor de una exploración más amplia y menos focalizada.
Aun así, es innegable que Plastic Death se erige como un monumento a la audacia creativa de Glass Beach. Canciones como "Puppy" y "Rare Animal" destacan por su capacidad para equilibrar la complejidad con la accesibilidad, ofreciendo momentos de genuina emoción y energía. La inclusión de elementos neoclásicos, el manejo experto de los cambios de ritmo y la riqueza de las texturas instrumentales hablan de un talento indiscutible y de una visión artística que se niega a estancarse.
Plastic Death representa un punto de inflexión para Glass Beach, un desafío a las convenciones y a sí mismos. Aunque el álbum no logra capturar uniformemente la magia de su predecesor, ni satisface a todos sus oyentes por igual, su existencia es la prueba del crecimiento y la transformación incesante de la banda. Entre momentos de brillantez y pasajes de introspección, Plastic Death invita a una reflexión sobre la naturaleza evolutiva del arte y la constante búsqueda de significado en medio del caos, ofreciendo un espejo en el que se reflejan tanto sus creadores como aquellos que se atreven a sumergirse en su particular universo.
Como adenda, Plastic Death es, en todo caso, una buena apertura de cara a un tercer álbum. Los experimentos del hoy pueden ser los éxitos del mañana, y para una banda tan joven como Glass Beach, este segundo disco debe servirle para encontrar un rumbo que, si bien no ha de significar atarse a un estilo concreto, sí que debe enseñarles qué es lo que mejor les va.
