Wide Open, Horses nos muestra a un James Vincent McMorrow que continúa con su particular y melancólica exploración introspectiva.
James Vincent McMorrow, el cantautor irlandés, regresa con su séptimo álbum, Wide Open, Horses, un trabajo que representa un intento introspectivo y emocional de conectar con sus oyentes. Aunque el álbum tiene momentos brillantes y una producción cuidada, no logra consolidarse como una obra maestra dentro de su discografía.
El álbum abre con "Never Gone", una pieza que establece el tono con una melodía melancólica y letras introspectivas. La canción, anclada en un ambiente acústico, refleja la vulnerabilidad que McMorrow ha integrado en su música. Sin embargo, a pesar de su intención, la repetición de temas y estilos a lo largo del disco puede hacer que el oyente pierda interés.
El título del álbum, Wide Open, Horses, representa exploración de la autenticidad y el autodescubrimiento. La canción homónima comienza con una rumia con tintes campestres antes de transformarse en un collage sofisticado de voces y texturas instrumentales. Aunque esta ambición sonora es admirable, la ejecución a veces se siente forzada y dispersa, careciendo de cohesión en el desarrollo del tema.
"Look Up!!!" y "Give Up" son intentos de ofrecer momentos de ligereza y esperanza, con ritmos más animados y mensajes positivos. No obstante, estas canciones no logran mantener el mismo nivel de profundidad emocional que se espera de McMorrow, haciendo que el álbum fluctúe en términos de impacto.
Un punto álgido del disco es "The Day All the Lights Went Out", que destaca por su naturaleza sombría y contemplativa. La canción aborda temas de pérdida y renacimiento, encapsulando una reflexión sobre encontrar esperanza en medio de la desesperación. Aquí, McMorrow muestra su habilidad para crear un ambiente evocador, aunque este momento no es suficiente para sostener el álbum en su totalidad.
El tema "No One Gets What They Wanted" ofrece una mirada reflexiva sobre las expectativas incumplidas y la imprevisibilidad de la vida. La instrumentación serena y las letras melancólicas logran un equilibrio, creando una experiencia auditiva placentera pero no necesariamente innovadora.
"Stay Cool" y "The Standard" presentan armonías suaves y una producción minimalista, recordando a los oyentes la importancia de mantener la calma en medio del caos. Sin embargo, estas canciones, aunque agradables, carecen de un impacto duradero, dejando una sensación de inacabado.
El enfoque en la producción en vivo antes de la grabación oficial del álbum se percibe en la frescura y espontaneidad de algunas pistas, como "Give Up" y "Darkest Days of Winter". Este último tema captura la desolación del invierno y la esperanza de la primavera, pero nuevamente, se queda corto en términos de innovación.
Un aspecto destacable del álbum es la inclusión de la hija de McMorrow, Margot, en "Give Up", donde ambos repiten la línea "Everybody's Sad". Este momento íntimo agrega un toque personal y emocional, aunque la canción en su conjunto no logra ser tan memorable como se esperaría.
En general, Wide Open, Horses es un álbum que muestra a James Vincent McMorrow en un estado de autodescubrimiento y vulnerabilidad. Sin embargo, a pesar de algunos momentos destacados y una producción sólida, el disco no logra mantener una coherencia que lo eleve más allá de una obra simplemente correcta. McMorrow se esfuerza por encontrar un equilibrio entre la introspección y la accesibilidad, pero el resultado final es un trabajo que, aunque emocionalmente honesto, no alcanza todo su potencial.
Para aquellos que han seguido la carrera de McMorrow, Wide Open, Horses ofrece una continuación de su viaje musical, aunque con menos impacto del esperado. La combinación de temas repetitivos y una falta de cohesión hace que el álbum suene disperso. A pesar de esto, hay suficiente en el álbum para satisfacer a los fans de siempre, aunque no necesariamente atraerá a nuevos oyentes a su particular universo musical.