The Jesus and Mary Chain han culminado su regreso con Glasgow Eyes, el octavo álbum de su dilatada carrera, y no han decepcionado.
La trayectoria de The Jesus and Mary Chain se asemeja un tumultuoso viaje marcado por la tensión fraterna, el caos escénico y, finalmente, una sorprendente capacidad de reinvención sonora que ahora culmina en Glasgow Eyes, su octava entrega discográfica. Este álbum no solo es testimonio de las mil y una vicisitudes artísticas a las que se han enfrentado los hermanos Reid, sino que también es la prueba de su capacidad para reinventarse manteniendo la esencia de su distintivo sonido a la vez que exploran nuevos territorios musicales.
Desde su debut en 1985 con Psychocandy, The Jesus and Mary Chain ha sobrevivido a peleas internas, cambios en su alineación, y un sonido que ha evolucionado a lo largo de los años sin perder su núcleo de rock psicodélico y post-punk. Glasgow Eyes se presenta como una amalgama de estas experiencias, inyectando una frescura a su paleta sonora a través de la incorporación de sintetizadores y texturas electrónicas, sin dejar de lado las guitarras que han sido su singular firma.
El álbum arranca con "Venal Joy", un número que establece el tono del disco con su pulsante base electrónica y la voz característica de Jim Reid, quien transmite tanto desdén como vulnerabilidad. La inclusión de elementos electrónicos no es una desviación total de su sonido anterior, pero sí ofrece una nueva capa de complejidad, especialmente en temas como "American Born" y "Discotheque", donde la banda navega por aguas de new wave y shoegaze con una facilidad envidiable.
Sin embargo, Glasgow Eyes no termina de perderse por completo en los siempre atractivos campos de la nostalgia (sobre todo cuando llevas cuatro décadas en el negocio). Aunque hay momentos que parecen homenajes directos a su propia historia, como "jamcod" y "Second of June", donde los lazos fraternales y las cicatrices del pasado se abordan con una honestidad punzante, el álbum también se aventura en territorios lúdicos y experimentales. Canciones como "The Eagles and the Beatles" demuestran que la banda no le tiene miedo ni a reírse de sí misma ni a las convenciones del rock, equilibrando así la balanza entre la introspección y el entretenimiento más puro.
A nivel lírico, el álbum oscila entre la autoexaminación y la crítica social, abordando temas como la adicción en "Chemical Animal" y la melancolía de la fama en "Discotheque". La producción, a cargo de los propios Reid, capta hábilmente la esencia de The Jesus and Mary Chain, manteniendo la crudeza emocional que siempre ha caracterizado a la banda, a la vez que pulen su sonido para adaptarse a los nuevos tiempos.
En Glasgow Eyes, The Jesus and Mary Chain no solo celebran su legado sino que también lo expande. Y como se ha dicho anteriormente, esto es meritorio tras cuarenta años de carrera. Aunque es cierto que hay momentos en que el álbum en los que se percibe una cierta inclinación a recopilar ideas y sonidos previos, es precisamente esta mezcla de familiaridad y novedad lo que lo convierte a Glasgow Eyes en una obra notable. No es un regreso a la forma en el sentido tradicional, sino más bien una reafirmación de su lugar en el escenario de la escena rock mundial, demostrando que incluso en pleno año 2024, los hermanos Reid siguen teniendo gasolina y talento para ofrecer algo más.
Con todo, Glasgow Eyes es un estupendo corolario de los Jesus and Mary Chain, una banda tan complejo y contradictoria como sus creadores. Es un álbum que, aunque no rompe completamente con el pasado, sí que ofrece las suficientes sorpresas, desvíos y atajos como para mantener la atención y tensión del oyente. En su esencia, Glasgow Eyes es un testimonio de supervivencia y de evolución, un álbum que, pese a no ser perfecto, merece su reconocimiento. The Jesus and Mary Chain todavía laten, ¿alguien da más?